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Este novísimo restaurante recién arribado al puerto de la villa asturiana, apuesta por la gastronomía tradicional asturiana, pero con el toque personal del joven chef Javier del Blanco, antes jefe de cocina en Nerua. Una carta fiel al producto de la tierra, pero con aires renovados.
Una cocina con mucho sabor, donde la variedad de productos y su calidad son los protagonistas, pero plasmada en unos platos bellos y delicados que atraen visualmente. Además, se puede apreciar la inspiración oriental en muchas de las creaciones del chef. El resultado: recetas originales y con personalidad propia que no olvidan sus raíces.
Es el caso del exquisito bocado de Borona (receta tan auténticamente tradicional que es difícil encontrarla en un restaurante: harina de maíz “preñada” de “compango”) y berza o los Fritos de pixín, cítricos y rúcula. Entre los mariscos destacan la Pasta rellena de txangurro con sopa miso o la Cigala asada con tallarines de arroz, calabacín, calabaza y jugo de sus cabezas.
El toque oriental resulta especialmente sugerente en los pescados: la Dorada, wok de arroz venere, frutas secas y su crema es un buen ejemplo. Y también hay lugar para saborear sabrosas carnes como el Cochinillo a baja temperatura, melón-pepino, patata-romero o el Entrecot de buey y patata rellena de Peral. Entre los postres destaca la Panacota de kirsch y helado de cereza, especialidad de la casa.
La selección de vinos merece una mención especial, con referencias entre las que destacan etiquetas del país e internacionales. Al igual que los dos menús diarios que se ofrecen a un precio realmente atractivo: el Asturiano, basado en la cocina autóctona y que incluye un entrante, primer y segundo plato y postre (23€ bodega aparte). Y el María Manuela, una selección de platos de la carta formada por un entrante, un primero, dos segundos y dos postres (33€ bodega aparte).
